Usos históricos/actuales del suelo

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A pesar de tratarse de un espacio protegido por su riqueza ambiental y ecológica, Sierra Nevada es un macizo poblado por comunidades humanas desde la Antigüedad que han aprovechado de sus recursos para sobrevivir y que por lo tanto han dejado su huella en el paisaje.

Para un ojo atento, lo primero que llama la atención es el hecho de que, tradicionalmente, la principal actividad económica ha sido la agricultura intensiva de regadío. Efectivamente, en una zona de montaña, incluso de alta montaña, donde además los recursos mineros son abundantes, la orientación productiva más importante no ha sido ni la ganadería ni la minería. Esto no quiere decir que estas actividades, junto con otros aprovechamientos del monte y del bosque, no hayan tenido importancia. La han tenido, pero históricamente han quedado en buena medida relegadas o supeditadas dentro de un complejo sistema de aprovechamientos de los recursos que la montaña ofrece. Parte de ellos se han ido perdiendo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, conforme los procesos de modernización han ido penetrando y la crisis de las formas de vida campesina han transformado y hecho desaparecer parte de las lógicas que las regían y de los conocimientos asociados a ellas.

Resulta en realidad muy complicado separar unas actividades de otras, no solo porque no exista una especialización excesivamente marcada fruto de una división social del trabajo, sino porque la mayor parte de las actividades están interconectadas en ciclos productivos que permiten el aprovechamiento de la materia y la energía sin que prácticamente nada se desperdicie No hay, por ejemplo, una separación espacial tan marcada como a priori podría parecer, a pesar de la existencia de espacios de regadío intensivo o de las zonas de alta montaña. Es cierto que hay zonas con una vocación exclusivamente agrícola, como las vegas, y otras ganaderas, como los borreguiles o los prados de alta montaña. Pero incluso en esos casos, la interconexión es necesaria y se podría hablar de una perfecta simbiosis entre ambas actividades, unidas además a otros aprovechamientos del monte y del bosque. Estos equilibrios, no obstante, fueron en parte rotos en momentos de cambio social o de crisis como la conquista feudal castellana, la desamortización del siglo XIX o, de manera más evidente, los procesos de modernización actual.

De manera genérica, podríamos decir que la zona de cultivos se encuentra principalmente desde la cota de los 1.400 metros hacia abajo. Por encima, y al menos hasta los 2.000 metros de altura, el territorio era explotado preferentemente entre los meses de primavera y verano para el cultivo de patata de siembra, judías, centeno o cebada. Para ello, eran muy numerosas las familias que se desplazaban a los cortijos serranos durante este periodo, aunque este es un fenómeno que en la cara Norte de Sierra Nevada estaba mucho más restringido debido a las diferentes condiciones climáticas. Los ganados realizaban igualmente un recorrido ascendente a partir de la primavera y, de nuevo, con especial intensidad, en verano. Eran en parte los animales de los mismos habitantes de las localidades alpujarreñas, que practicaban una explotación transtermitente o una intrahumancia desde las cotas más bajas hasta las cumbres de Sierra Nevada en busca de pastos frescos durante el estío. Estos mismos pastos eran buscados por ganados foráneos que todos los años venían desde zonas limítrofes como Guadix o Almería, pero también de áreas más lejanas como Córdoba o Jaén.

El complejo sistema tradicional de manejo de agua, suelos, gradiente térmico, insolación y humedad, vegetación y fauna, al que además hay que sumar las explotaciones mineras, ha sido el resultado de un largo proceso coevolutivo. La montaña, particularmente la presencia de la alta montaña, ha condicionado las formas de adaptación y explotación del medio, marcadas en buena medida por los distintos pisos con vocaciones, en principio, diferentes.

Los propios bosques de Sierra Nevada son cultivados, como denota la presencia de los castaños por ejemplo y de los claros aprovechados para cultivar, pero también para crear zonas de pasto de manera a veces indistinta.

Dentro del proyecto MEMOLA colaboran expertos de diferentes disciplinas. El equipo de Agronomía de la Universidad de Córdoba, junto con el apoyo de hidrólogos, botánicos, medioambientólogos analizarán los datos históricos recopilados en las intervenciones arqueológicas en las que se pretende estudiar restos arqueobotánicos. Con toda esta información se obtendrán conclusiones más concretas sobre los usos históricos del suelo en Sierra Nevada.